Quién más indicado y respetado que nuestro amigazo Pablo Saracco para inaugurar esta saga de artículos que hemos llamado MI TOP FIVE. Todos conocemos a esta bestia del mundo de la pesca con mosca. Guía profesional, realizador de increíbles videos, un genio de la creatividad al momento de comunicar y acérrimo defensor del medio acuático. Acá nos cuenta de sus cinco lugares favoritos para tirar una mosca al agua.
Primero: me gusta pescar. Segundo: me gusta pescar con mosca. Tercero: me gusta pescar de todo. Cuarto: donde sea.
Sin embargo, no todo me resulta lo mismo, y claramente puedo establecer preferencias referidas a cualquiera de los puntos arriba detallados.
De todas las maneras de fastidiar un pez, la más elegante de todas, es para mí, la pesca con mosca. Ya tenemos una de las preferencias definidas.
De todos los peces que se puedan pescar con mosca, también tengo claro cuales de ellos logran hacerme sucumbir a sus encantos de manera instantánea, y cuales quedarán siempre relegados a la espera de una oportunidad.
Y por último, aunque cualquier charco que tenga seres que vistan escamas o bien aquellos que osan andar en cuero, hay algunos que por su belleza escénica, se destacan particularmente.
La consigna que condiciona este escrito, me sugiere definir cinco de mis lugares predilectos, aquellos que por sobre el resto, satisfarán completamente mi adicción a esta casi irracional necesidad de acosar peces.
Esos lugares reúnen una serie de atributos que los hacen especiales, o en algunos casos, únicos e irrepetibles.
PRIMER PUESTO: RIO DORADO
En este cuasi surrealista curso de agua, se condensan todos los ingredientes que un pescador de mosca pueda soñar en su menú. O al menos para mí, todo lo que tiene la capacidad de movilizar mis sentidos, mi psiquis y mis emociones.
El río Dorado, obviamente, está poblado por Dorados. Pero no es cualquier río. Imaginen un río de montaña de aguas cristalinas, que atraviesa una densa selva subtropical, habitada por la más variada y despampanante fauna, con estructuras idénticas a las del mejor río de truchas, pero con pirayús de tamaños sorprendentes. Pesca de vadeo 100%. Línea de flote y moscas medianas a pequeñas.
Se pesca normalmente a pez visto, tanto con streamers como con moscas secas o incluso con "ninfas", y todo up-stream y dead drift. Allí los dorados, se pescan como truchas. Absolutamente demencial. Creo que no hay que argumentar nada más para comprender por qué este río irrepetible, ocupa el primer lugar.
SEGUNDO PUESTO: BANCOS DE ARENA DEL RÍO PARANÁ
Nunca pesqué GT (Giant Trevally), pero creo que la experiencia que más puede acercarse a eso, es pescar dorados grandes, haciendo wet-wading en un banco de arena del río Paraná medio o alto.
Un escenario de aguas muy claras, arenas color ámbar suaves y finas como la caricia de una doncella. Caminar descalzo esas playas, sigilosa y pacientemente, buscando el momento oportuno en que un gran dorado salga del canal para embestir sábalos en cincuenta centímetros de agua y generar un absoluto pandemonium, impacta mis neuronas de manera absolutamente criminal, quizás, como la meta-anfetamina más pura del mercado.
Aún cuando no hayamos podido concretar nuestro objetivo, la sola experiencia de presenciar una demencial y sangrienta cacería, en la que los dorados literalmente desmenuzan en trozos a los sábalos, generando estímulos auditivos, olfativos y visuales, quedará indeleble en nuestra memoria. (Si, olfativos! Las cacerías no solo se ven o se oyen, sino que también se huelen!). Siempre digo que luego de una experiencia así, vuelvo a mi casa con el cerebro en una bolsa de residuos. Creo que no hay mucho más que aclarar para entender esta inclusión en mi top 5.
TERCER PUESTO: FLATS DEL CARIBE
Como habrán notado, hasta aquí, mi paladar mosquero se excita con menús que incluyan más que nada, platos de pesca a pez visto.
Este caso no es la excepción. Pescar un bajo caribeño, tiene mucho en común con lo que febrilmente describía sobre los bancos del Paraná.
Es caminar y buscar en "modo garza". Solo ejecutar cuando se presente una oportunidad. Ni antes ni después. Es pesca de espera, de búsqueda de síntomas o indicios que delaten la presencia de un pez, sea éste un bonefish, un permit, un trigger fish, un tarpon, una barracuda, o lo que sea que se nos ocurra pescar. Todo es a pez visto. Si no se ve nada, no se acciona. Solo se sigue observando. Todo se mueve, todo el tiempo. Los peces en el mar, jamás están estáticos. Esta pesca es dinamismo es su máxima expresión.
Pero cuando aprovechamos una oportunidad y hacemos contacto, la bestialidad de la que hacen alarde los peces marinos, es algo que nos va a estremecer hasta las vísceras. Peces que ostentan una fuerza física, absolutamente desproporcionada a su tamaño. Son peces "duros", como si su alimento fueran esteroides. Si el nudo de unión entre línea y backing, normalmente se hace para no verlo nunca más, en esta pesca, lo vamos a ver con frecuencia, normalmente 5 segundos más tarde del mismísimo instante en que el pez sintió el metálico sabor del gancho en sus papilas gustativas. Imposible no tener a este destino en mi top 5.
CUARTO PUESTO: RÍO LIMAY SUPERIOR
La pesca de truchas, habrán notado, no ocupa los primeros puestos de este ranking. No porque no las considere interesantes, de hecho las sigo pescando. Pero sucede que ya he pescado tantas, que mi saciedad es extrema.
Sin embargo, la pesca de grandes truchas migratorias potádromas, tanto marrones como arcoiris, me genera una atracción muy particular.
No solo pondero el tamaño, sino la belleza de este segmento del legendario Limay, que se erige hoy como la única parte del mismo, que fluye libre y original, sin estar bloqueado por ominosas paredes de concreto.
A eso se suma que la pesca de estas truchas, se relaciona casi exclusivamente a la época otoñal, con todo lo que eso representa: aromas, colores, luz y clima, que caracterizan tal vez, a la estación más bella del calendario cordillerano.
Explorar aguas color esmeralda, con ese temblequeo que no sabemos definir si resulta del frío, o de la excitación que provoca el solo hecho de imaginar que la trucha de nuestras vidas, puede tocar nuestra mosca en el próximo lanzamiento. Eso es esta pesca.
Buscar truchas de otras épocas, en épicas jornadas en las que un solo contacto, transforma una frustrante secuencia de infructuosos intentos, en la más épica de las experiencias de pesca que podamos vivir.
QUINTO PUESTO: RIO MALLEO ABAJO
Por último, decido que este célebre río no puedo dejarlo fuera de mi lista. Y en este caso, hago una excepción en el criterio de selección.
No nomino al Malleo a formar parte de mi top five por su calidad de pesca. De hecho tiene pedigree de sobra en ese sentido. Pero no es eso en lo que en este caso, hago foco.
Este río me vio nacer como pescador de mosca hace casi treinta años atrás. He vivido momentos inolvidables de pesca, de amistades, de campamentos, de aprendizaje infinito que sus aguas me regalaron.
Le debo mucho a estas míticas corrientes. Ya no lo frecuento como antes, particularmente el segmento bajo de este río. El humano lo ha modificado, lo ha desfigurado. Su pesca sigue siendo excelente. Pero de aquel "Malleo abajo" que conocí muchos años atrás, solo van quedando rastros cada vez más difusos.
En términos más abarcativos, el Malleo es un río que contiene muchos ríos. La mutación que se puede observar desde su génesis en el lago Tromen, hasta que abdica en las aguas del Aluminé, es notable. Un río de estructuras y matices perfectos.
El Malleo es parte de mí. Lo añoro, pero su parte inferior, la que era casi como el patio de mi casa, ya me resulta ajena. Distante.
Pero lo sigo queriendo y sería una traición, no darle un lugar en este podio.
Como epílogo, quiero confesar que esta selección está sujeta a cambios. Las personas vamos cambiando con los años. Y la conexión con las experiencias y los escenarios en las que las realizamos, también.
Quizás en unos años, mi top 5 sea diferente. Seguramente lo sea.
De lo que estoy seguro, es que no habrá cambios, y que mi vida concluirá sin la menor duda, con una caña de mosca en la mano.